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El sabor y 'sin sabor' del culantro capireño
Es lunes y en la capital un citadino pide ansioso un sancocho en una fonda de Merca Panamá. Sabe que el popular plato panameño lo llena de energía para iniciar la semana; y porque además, adora el sabor potenciador que le da el ‘ingrediente clave’: el culantro.
Pero dos días antes (sábado), a más de 50 kilómetros del centro de La Chorrera, en el Vallecito, una comunidad limítrofe entre Penonomé y Capira, está Benigno Valdés.
Junto a su esposa, ese día, cosecharon mazos de culantro en una de las dos parcelas que tienen para enviar semanalmente al Merca Panamá el producto que probablemente, lleva ese sancocho que pidió el citadino.
Lejos de ese peculiar sabor, del que todos gustan en las carnes, sopas, y comidas, hay un ‘sin sabor’ en una docena de productores de culantro residentes en aquella comunidad distante y de la que Benigno hace referencia.
Aquel sábado, aprovechando el día lluvioso, por un pronóstico certero de mal tiempo, Benigno aprovechó para recoger manojos de culantro; pero ante la presencia de medios en el Vallecito hizo una pausa en su cosecha y enfiló una serie de inquietudes que lo agobian.
Es padre de cuatro hijos, dos en edad escolar, y lo que vende no le alcanza por el alto costo en la cadena de comercialización; lo atribuye a lo inhóspito del lugar donde vive.
En los peores tiempos solo recibe B/.3.00 por docena y en los mejores B/.35.00 por saco con capacidad de 5 docenas.
Para llegar al Vallecito el camino es empinado, de tierra y atestado en lodo en época lluviosa.
Le toca cargar el producto en caballo por más de una hora hasta El Harino de Capira donde pasa un pick Up, que lo recoge y traslada al Merca Panamá.
Desde allí – El Harino – el viaje en caminos quebrados es más de 45 kilómetros en auto hasta el centro de La Chorrera. ‘Ese recorrido encarece el traslado’, dice.
La travesía se logra ‘si no llueve, porque de ser así se crece el río y se pierde todo porque no lo compran marchito’.
La comunidad apostada en la rivera del río Indio y con unas 60 familias vive aislada de todo.
El río, es el límite con el distrito Capira, y a pesar de lo caudaloso y bondadoso que es en el verano, en el invierno, es su mayor enemigo. ‘Varios han muerto intentando cruzar’.
Epifanio Valdés es otro vecino productor, pero es más directo: ‘Somos una comunicad abandonada, no tenemos un puente vehicular de comunicación y, por Coclé que es la provincia a la que pertenecemos, el punto más cerca para abordar un auto nos toma dos horas y media. Realmente es agustiante’.
La realidad es tangible, las casas con techo de hojas, pared de madera y piso de tierra, abundan.
Allá, según dicen, no hay bonos solidarios y las bolsas son eventuales. ‘La pandemia nos aisló por completo y las necesidades son apremiantes’, comparten.
La única salida de Benigno –de 35 años y de mediana estatura- para sobrevivir a las necesidades familiares, es la siembra permanente del culantro y sacarlos al mercado aunque sea en caminos de trocha y arriesgándose cruzar el río antes que se desborde para ganarse unos centavos.
Mientras pasan los días en espera de una respuesta estatal, se echa al hombro un ‘motete’ cargado de mazos porque el culantro crece y la demanda en el mercado le pisan los talones.