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Una doble batalla para las personas con discapacidad
Una batalla adicional en sus vidas, ha representado para las personas con movilidad reducida y sus familiares, convivir con el confinamiento y las restricciones impuestas por la propagación del nuevo coronavirus.
Abdiel De León, quien hace 10 años sufrió un accidente que lo dejó con un trauma cervical completo, puede dar fe de esta situación.
“El día que comenzó la cuarentena tenía que empezar unas sesiones de terapia física y de respiración por algunos problemas respiratorios que padecía y se suspendió”, relató.
Hasta el Instituto de Medicina Física y Rehabilitación tuvo que suspender su atención
De León nos comenta que a pesar que el Instituto de Medicina Física y Rehabilitación tuvo que suspender su atención presencial, los terapeutas se las han arreglado para ayudarlo con orientaciones y tutoriales que le envían por medios digitales, para que realice sus terapias respiratorias.
La situación en su hogar es delicada, porque sus padres son adultos mayores.
“Han tenido que realizar un esfuerzo extra para poder moverme, porque como no estoy haciendo terapia física, tienen que ayudarme para que mis músculos no se atrofien”, dijo.
A su familia no le ha quedado de otra que incurrir en gastos para poder dotarlo de los insumos y medicamentos en este tiempo.
“Yo uso sonda permanente y se ha tenido que pagar un servicio privado para que me la cambien, debido a que es imprescindible hacerlo, ya que es susceptible a infecciones”, manifestó.
Sobre los insumos, en el primer mes de confinamiento recibió ayuda de un amigo, pero después sus padres tuvieron que correr el riesgo de buscarlos a la policlínica de la Caja de Seguro Social (CSS), en Paraíso, la más cercana para ellos que residen en Villa Lucre.
Abuela al cuidado de sus nietos
Otra que ha pasado bastantes vicisitudes es la señora Nitza Peters, que reside en El Chorrillo.
“Ha sido difícil, porque tomo medicamentos para dolores y hago terapia y he tenido que cancelar todo eso, porque no he podido”, contó.
El cuadro familiar de Peters es peor, porque está a cargo de cinco nietos, debido a que su hija, quien sufre discapacidad intelectual, se encuentra privada de libertad. “Ella era la que me llevaba a mis citas médicas”, comentó.
De sus cinco nietos, dos tienen discapacidad, una que se alimenta por sonda y un varón que es autista.
“He tenido que comprar pastillas para dormir por la depresión y el estrés que ha causado este encierro; ha sido horrible. No tengo actividad física de ninguna clase”, fue el testimonio de esta madre y abuela.
Agregó que, debido a los intensos dolores que sufre, tuvo que romper su cuarentena y dirigirse al centro de salud más cercano y exponerse a los casos de COVID-19 que allí llegan.
Por suerte, encontró la atención que buscaba y le inyectaron un medicamento para aliviarla.
Reinventarnos
El subsecretario general de la Secretaría Nacional de Discapacidad (Senadis), Miguel Atencio, informó que la pandemia los obligó a reinventarse y con el limitado presupuesto con que contaban, ya que fue reducido por la contención del gasto, ejecutaron acciones para ayudar a este grupo vulnerable.
“La primera acción fue recopilar información, a través de las organizaciones de personas con discapacidad, sobre aquellos que habían quedado sin trabajo, así como los informales, para que pudieran ser incluidos en el plan Panamá Solidario”, describió.
Además, se adecuó un manual de bioseguridad para las personas con discapacidad, que no es igual al del resto de la población.
“Una persona con discapacidad, aparte de usar mascarillas, lavarse las manos y tener distanciamiento físico, usa una ayuda técnica. Un bastón para una persona ciega; ese bastón hay que limpiarlo, porque también de allí se puede adquirir el Covid”, explicó.
“También, una persona en silla de ruedas que está utilizando sus manos para mover las sillas, hay que limpiarle las llantas y los manubrios. Así se promovió este manual para que las personas con discapacidad limpiaran su ayuda técnica”, agregó Atencio.
En el caso de las personas con movilidad reducida, como los que nos brindaron sus testimonios, Atencio informó que las terapias en forma virtual han ayudado a que, con ayuda de sus familiares, puedan realizarlas en sus residencias.
Ante la pandemia, no se podían detener las terapias, pero tampoco se podía exponer a las personas con discapacidad, que son más vulnerables, a asistir a terapias presenciales. “Sería dictaminarle la muerte”, expresó Atencio.
“Dios primero, que cuando llegue la vacuna, dentro del primer o segundo semestre (de 2021), volvamos a la presencialidad en el plano educativo, de salud y laboral”, concluyó el subdirector general de la Senadis.